Charleroi, la Tierra Prometida belga

Plaza de Carlos II en Charleroi

«Deja este lugar y lleva al pueblo a la tierra que les prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob» (Éxodo 33 1-6).

Bajo la denominación de «País Negro» se oculta una ciudad, Charleroi, que ha vivido durante años a la sombra de su pesada industria metalúrgica y minera. Desdibujada, insegura y casi olvidada al turismo, la que es la ciudad más importante en tamaño de Valonia, permaneció escondida y temerosa bajo calles empedradas mal cuidadas, fachadas abandonadas, negocios cerrados y con la única pero poderosa arma de su Historia forjada en siglos de lucha.

De Charnoy a Charleroi…

Su mismo origen se produjo al amparo de los enfrentamientos entre españoles, franceses y los por entonces Países Bajos. Corría el año 1666. Eran años de tumultos, época tempestuosa en la que aún los españoles gobernaban algunos territorios, pero lejos ya de su esplendor imperial perdido prácticamente con la firma de la Paz de Westfalia pocos años antes, en 1648.

Poco a poco, con cada enfrentamiento entre españoles y franceses, se fue dibujando lo que es la actual línea fronteriza que separa a Francia de Bélgica, y tras ella, en territorio de los Países Bajos españoles, quedó la antigua villa de Charnoy. Fue en ese emplazamiento donde el gobernador general de los Países Bajos, el marqués de Castel Rodrigo, mandó construir una fortaleza junto al río Sambre, dándole por nombre Charleroi, en alusión a su rey, el español Carlos II (Charles Roy, en francés), aunque poco duraría en sus manos, pues apenas un año después, las tropas francesas de Luix XIV entraron en la ciudad.

Aún los destellos de aquel emplazamiento medieval pueden verse en la parte alta de Charleroi, en torno a la plaza hexagonal de Carlos II, perfecto reflejo de aquellos proyectos defensivos que el famoso mariscal francés Vaubán extendió por media Europa.

Pero el tiempo, como siempre, no se detiene, y conflicto tras conflicto, invasión tras invasión, unas veces por los españoles, otros por los franceses y más tarde, incluso por holandeses y austríacos, Charleroi entró en plena revolución industrial con una floreciente e importante industria siderúrgica y minera, que acabó por convertirla en la segunda ciudad más rica, tras Bruselas, del ya nuevo país, Bélgica.

Fábricas en Charleroi

La industria en Charleroi

Fue casi un siglo de bonanza que terminó por verse sacrificado nuevamente por dos guerras, con especial incidencia en la Primera Guerra Mundial, cuando sus calles fueron testigos directos de la batalla que enfrentaron a alemanes y franceses. Aún así, la industria minera se mantuvo, fortalecida por el abastecimiento que tales conflictos bélicos precisaban, hasta que un terrible accidente ocurrido en la mina de Le Bois du Cazier, en el año 1956, acabó con todo el sueño económico de esta ciudad.

Charleroi vivió una segunda mitad de siglo muy dura, ahogada por la crisis de su industria y desplazada de la floreciente industria turística que empezaba a dar luz al país. Su espíritu burgués, su idiosincracia bohemia y su caracter industrial no la ayudaron en aquellos momentos, y con la caída de su industria pesada, la ciudad se fue apagando.

Charleroi: un proyecto global de futuro

Este 2016 se cumplen 350 años del nacimiento de aquella refundación de Charleroi, y como en tiempos bíblicos, los residentes y comerciantes locales también clamaron por su propia Tierra Prometida, por un cambio radical que transformara a esta ciudad industrial en una plaza ejemplar, por alguien capaz de encender esa luz que les diera nueva vida y bríos.

No son precisas diez plagas para ello. «Solo» una operación a corazón abierto, una cirugía precisa que convirtiera a la desolada Charleroi pasada en una Charleroi futura, en la Tierra Prometida, en el Canaán belga, pero sin perder un ápice de lo que la Historia ha tatuado en la piel de sus calles y fachadas.

La ambición es máxima, pero la lucha por erradicar la inseguridad en sus calles, por ofrecer ocio alternativo, por mejorar la visión de sus casas hoy grises, ya está en marcha. Comenzó no hace mucho como un proyecto único y global para toda la ciudad. Han sido y aún van a ser unos años más de continuas obras, de calles levantadas y grandes grúas en lontananza, pero los primeros resultados ya han empezado a verse en algunas zonas.

La ribera del Sambre hoy luce fresca y abierta. Siendo como es la estación central de Charleroi el suministro continuo de gentes que llegan a la ciudad procedentes del moderno aeropuerto y de otras ciudades, la entrada a la ciudad debía ser bien llamativa. El Sambre es ese elemento refrescante que como en otros sitios tanto valones como flamencos han vertebrado la vida en la ciudad y por eso se decidió recuperar un espacio que antes estaba plenamente ocupado por el hormigón. Hoy día lo discurre un magnífico paseo junto a él, parte en madera, jalonado por árboles y bancos de las más curiosas formas; tras la reconstrucción del lugar sí que apetece pasear junto a ese río y ver pasar los, de momento, pocos barcos que pasan por él bajo los puentes.

Charleroi ribera del Sambre

Nuevo paseo junto al Sambre

Y, a sus espaldas, se ven los primeros rastros de esa magna obra, de ese proyecto global, que tiene a la villa en pie. Allí, frente al río, se alzará la primera tierra prometida, la de los más jóvenes, con un nuevo espacio que se va a consagrar a al mundo interactivo, a los videojuegos y al cine. El Quai 10 tendrá 5 salas de cine, una sala de videojuegos, una galería de arte, una brasería para disfrutar de la gastronomía belga y un edificio decidado exclusivamente a fomentar la creación de startups en la zona.

No mucho más allá, a pocos metros, también se está construyendo un centro que unirá al comercio local, donde se instalará una microcervecería que producirá su propia cerveza de Charleroi, y donde se fomentará a los pequeños negocios locales relacionados con los sabores de la ciudad. LaM-U, que así se llamará, removerá no solo la cultura cervecera sino que dará vida al cultivo de cereales con el apoyo a la producción de pan artesanal, de café o de licores espirituosos.

Charleroi no quiere perder su identidad, pero busca renovarse; adaptarse a los nuevos tiempos y sobre todo mejorar su imágen pública. La renovación del Palacio de Bellas Artes, la reestructuración del nuevo Palacio de Congresos y Exposiciones, el desarrollo de espacios públicos como la propia plaza de Carlos II o la icónica plaza de la Digue, son parte de un futuro cada vez más cercano.

Plaza de la Digue, en Charleroi

Plaza de la Digue, en Charleroi

Su adaptación, esa difícil transformación de ciudad industrial a ciudad alternativa lo ha conseguido con ingenio y mucha sangre joven, apoyados en artistas urbanos, en auténticos magos del graffiti que incluso han sido capaz de transformar el paisaje árido suburbano y grisáceo en el largo sendero que bordea a las antiguas fábricas siderúrgicas en un «sueño urbano» de color, arte y creatividad.

Urban Dream en Charleroi

Graffitis junto a la industria – Charleroi

Los proyectos se dan la mano con eventos anuales como «Asphalte», otra muestra urbana realizada en el mismo corazón de la ciudad, en fachadas y plazas, o como el del «Rockerill», una sala de fiestas montadas en lo que era una antigua fábrica y donde aún se conserva viejas herramientas industriales.

Aún queda mucho trabajo por delante. Aún rezan inconvenientes en todo su centro urbano, pero los 40 años bíblicos de travesía por el desierto parecen estar acabando con la visión de esa Tierra Prometida. Dicen que será el año 2021 cuando las lucen brillen en todo su esplendor en la ciudad. Son solo 5 años. No son tantos.

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2 comentarios

  1. Muchas gracias por relatar en este post las iniciativas para celebrar los 350 años de Valonia y los esfuerzos de la ciudad por reconvertirse sin perder su esencia

  2. De nada. Un placer haber estado ahí para ver los progresos que está Cahrleroi por modernizarse y adaptarse. Y por supuesto, con ganas de verla una vez haya acabado todo el proyecto.

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