Diksmuide, la Trinchera de la Muerte
No hay un lugar más simbólico ni más nostálgico sobre la resistencia heroica de los soldados belgas en la Primera Guerra Mundial que la famosa Trinchera de la Muerte en Diksmuide. Fue el espacio en el que los regimientos belgas lucharon con denuedo para mantener el corazón de la resistencia, aquella gloriosa mañana del 28 de septiembre de 1918.
Durante cuatro años, esta siniestra trinchera, muy avanzada entre los puestos de defensa belgas, fue atacada incesantemente con fuego de artillería, proyectiles de mortero, disparos de arma de fuego, granadas, etc… Durante más de cincuenta meses se convirtió en uno de los centros fundamentales de la Primera Guerra Mundial.
Los belgas iniciaron la construcción de esta trinchera en 1915. El objetivo era el de recuperar una pesada ametralladora y una importante base de combustible, ocupada por los alemanes. La excavación tenía que hacerse sin ninguna protección y al amparo del violento fuego enemigo.
Sin embargo, pronto se descubrió que los alemanes estaban haciendo lo mismo en su lado. Cuando los adversarios se encontraban a sólo unos pocos metros de distancia el uno del otro fueron obligados a detenerse. Durante los meses siguientes ambos ejércitos continuaron construyendo sus búnkers.
En la parte belga se instalaron dos puestos importantes. Los combates fueron intensísimos, y aún hoy pueden verse los agujeros en los muros de las paredes de los edificios cercanos. Un poco más al norte, una serie de inundaciones provocaron que se formara una especie de tierra de nadie. La conexión con la zona de combate se hizo por medio de dos puentes. Uno de ellos conectaba con la iglesia. Desde allí, durante la noche, fueron transportados los sacos de arena para ocupar las trincheras.
El segundo de los puentes conducía a la carretera con Niewpoort, y se usó como medida de urgencia para llevar a los heridos a la parte trasera. También sirvió para recibir alimentos y municiones. Las unidades que ocuparon la Trinchera de la Muerte montaban guardia durante tres días seguidos, sin descansar. Después que eran relevados, descansaban por otros tres días seguidos en un acuartelamiento de la zona trasera del combate.
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