La Alambrada de la Muerte en la frontera belga
El año 1914 fue para Bélgica, probablemente, el más funesto de su reciente Historia. Su neutralidad y el presunto respaldo británico con el que contaba le aportaban la tranquilidad necesaria en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, el rápido devenir de los acontecimientos supuso que Bélgica no supiera reaccionar a tiempo ni fortalecer un ejército demasiado anticuado.
Su estratégica posición la convertían en la primera gran víctima propiciatoria para una maquinaria alemana cuyo gran objetivo era llegar lo antes posible a París, y para quienes sus mejores planes pasaban por tomar Bélgica. Aquella invasión no fue ni mucho menos tan fácil como Alemania se esperaba. La tímida resistencia belga no hizo sino exasperar al mando alemán y, sobre todo, enfurecer a sus soldados. El resultado fue que el paso de las tropas alemanas por territorio belga fue dejando todo un reguero de destrucción y abuso que llevo a los británicos a considerar tales actos como «una violación de Bélgica» aun cuando este apodo no fuera sino parte de una propaganda que buscaba levantar a la sociedad británica para justificar la entrada en la guerra.
Con el paso de los meses y a medida que los alemanes se dieron cuenta de que aquella guerra sería mucho más larga de los esperado, se fueron desarrollando nuevos armamentos y sobre todo un tipo de guerra que, si bien se había empezado a poner en práctica en batallas anterior, fue en la Gran Guerra cuando alcanzó su punto álgido, la cruenta guerra de las trincheras.
Paralelamente, en las fronteras de Bélgica, los alemanes empezaron a desarrollar otras medidas que conducían a evitar la dispersión y el control de la población belga: una de ellas fue el sistema de alambradas a las que se dieron en conocer como «la Alambrada de la Muerte«.
Los Países Bajos eran los principales receptores de inmigrantes que huían del país. Hacia fines de 1914 el número superaba ya el millón, y éste fue in crescendo a medida que se adentraba el año 1915. No solo estaban los que huían de sus hogares para refugiarse en un país más seguro, sino también los jóvenes que salían de Bélgica para llegar a la costa para alistarse al ejército británico e incluso los propios soldados alemanes desertores que se habían visto envueltos en una barbarie que no esperaban, además del que cada vez mayor contrabando entre uno y otro país.
En la primavera de 1915 el alto mando alemán decidió tomar medidas para evitar todo este movimiento de gente, con especial hincapié en los cada vez más soldados alemanes que desertaban de su ejército, y fue así como comenzaron la construcción de una alambrada electrificada que comenzaba a las afueras de Aquisgrán con la idea de llegar desde allí hasta el Mar del Norte, encerrando así a toda Bélgica tras sus espinos.
Se talaron bosques, se derruyeron casas, se quitaron granjas y se asolaron campos, todo con la idea de dejar el terreno preparado para colocar los postes y entre ellos los alambres. Cada dos kilómetros se instalaban casetas de control y en ellas el sistema de encendido y apagado del sistema de electrificación. Junto a estas casetas se construyeron algunos barracones donde pasaban los días los soldados alemanes que se dedicaban a patrullar la zona fronteriza.
Los primeros tramos se cerraron apenas dos meses después, en julio de 1915, pero curiosamente, y en virtud del terreno y de los costes de la construcción, esta alambrada no se hacía coincidir siempre con la frontera real. Había ocasiones en que la alambrada quedaba bastante lejos del límite con Holanda, de modo que hubo extensas zonas de territorio belga que quedó en tierra de nadie, limitadas por un lado por la que habían levantado los alemanes y por el otro por la frontera holandesa.
Los resultados del levantamiento de aquella alambrada que fue terminada ya bien entrado el año 1916 fue el de cientos de muertos (hay registradas oficialmente más de 900 muertes por ese motivo aunque extraoficialmente se llegó a hablar de hasta 5.000), unos por acabar electrocutados y otros por ser tiroteados cuando intentaban cruzar. Efectivamente, las ordenes del alto mando eran las de abatir a cualquiera que se encontrara en la zona prohibida.
Dibujo de Albert Hahn publicado en 1915
Aquella alambradas duraron lo que duró la guerra. El 11 de noviembre de 1918, a las 11 de la mañana, se cortó la energía que electrificaba aquel sistema. Como ocurriera muchos años después con el Muro de Berlín, multitud de gente, tanto belgas como holandeses, destrozaron inmeditamente aquellas alambradas, dado fin a uno de tantos episodios trágicos de la Primera Guerra Mundial.
Recientemente se reconstruyeron de forma simbólica algunas partes de aquella alambrada como homenaje a las víctimas y como recordatorio de lo que no debe volver a ocurrir. Hay lugares, incluso, en que se han levantado las garitas y se han colocado explicaciones de lo que supusieron aquellas alambradas y de cuál era sus sistema. Uno de ellos está en Molenbeersel, uno de los pueblos que más sufrieron los efectos devastadores de aquella barbarie.
PARA SEGUIR NUESTRO ESPECIAL SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL EN BÉLGICA…
- Capítulo 1: Bélgica antes de la guerra
- Capítulo 2: La invasión de Bélgica
- Capítulo 3: El sitio de Lieja
- Capítulo 4: El implacable avance alemán
- Capítulo 5: Las batallas de Charleroi y Namur
- Capítulo 6: La batalla de Mons
- Capítulo 7: La «carrera hacia el mar»: rumbo a Flandes
- Capítulo 8: La guerra de trincheras
Muchas gracias por esta otra excelente entrega de la serie sobre la I Guerra Mundial en Bélgica, cuyo recuerdo consideramos tan necesario
De nada. Como bien dices, merece la pena mantener vivo esos recuerdos para que no se vuelvan a repetir.
Saludos.