Hotel le Sanglier des Ardennes en Durbuy

Hotel le Sanglier des Ardennes

Hace 39 años, Maurice Caerdinael y su prometida, Nichole, comenzaron a trabajar en el hotel familiar heredado de la madre de Maurice. Se trataba de la Hostellerie le Sanglier des Ardennes. Desde entonces lo han convertido en uno de los hoteles más hermosos de la región. Me interesó enormemente cuando en su folleto publicitario pude leer lo siguiente:

» Si antes la gente venía  a la Sanglier por el placer de visitar Durbuy,

ahora vienen a Durbuy para tener el placer de alojarse en la Sanglier «.

No resistí la tentación, y llegué a Durbuy cuando caía la tarde, después de un bello y relajante paseo por la carretera que me llevaba de Dinant hasta Namur (también es una estupenda opción de excursión desde Lieja, pues se encuentra a menos de una hora en coche de esta ciudad). Es curioso, pero la carretera estaba ocupada por gente que iba de excursión a lo largo del río Ourthe. Gente paseando, empujando cochecitos de bebé, paseantes que no parecían ir a ningún sitio, simplemente a disfrutar del paisaje.

Al entrar en Durby sí que nos encontramos un pequeño atasco de tráfico. Durbuy es una ciudad pequeña que últimamente está demasiado bulliciosa. También nos enteramos que se estaba celebrando un pequeño festival. Después de unas pequeñas vueltas, tuvimos la suerte de encontrar rápidamente el aparcamiento para los huéspedes de la Sanglier.

Fuimos directos a la recepción, atravesando las mesas de la terraza de la cafetería, llenas de gente. Una vez dentro, ya notamos la elegancia característica del lugar. Nos recibió un gran salón, lleno de sillas de madera antiguas, una chimenea y una sala muy acogedora para leer, charlar o simplemente descansar.

Subimos hasta nuestra habitación en la segunda planta. Realmente era grande y espaciosa, con una cama cómoda, sillas cómodas, y una mesa con televisión, además de un moderno cuarto de baño. Lo mejor, las vistas, a la pequeña plaza central del pueblo. Es como si viviéramos en Durbuy.

Me impresionó sobre todo la tranquilidad de las habitaciones, teniendo en cuenta la gente que había al llegar, sentada en la terraza. Además, el estar en pleno centro de la ciudad, parece como si te agobiara el tráfico, el ruido de la gente. Nada más lejos de la realidad. Pasamos un fin de semana muy relajante, muy tranquilo, acogedor, con un trato exquisito.

Desde entonces, me quedó grabado aquel recuerdo del folleto publicitario. En pocas ocasiones he podido encontrar algo tan cierto.

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