Historia del arte belga

Adoración del Cordero Mistico

A pesar de su pequeño tamaño, Bélgica ha ejercido una importante influencia en el arte occidental. Las obras del Bosco, Brueghel, Rubens, Van Dyck, los hermanos Van Eyck o Magritte, representan sólo una pequeña parte de los tesoros que cuelgan de las paredes de los notables museos de arte que se distribuyen a lo largo de ciudades como Bruselas, Brujas, Gante o Amberes.

La edad de oro de la pintura flamenca se produjo en el siglo XV, un siglo dominado por los primitivos flamencos, bautizados así porque fueron los primeros en sobresalir, no porque fueran muy viejos. Su trabajo se centraba sobre todo en el arte religioso, con lo que siempre trabajaron para decorar iglesias o capillas. Al florecer Flandes, la mayoría de sus príncipes y ricos comerciantes se convertían en mecenas del arte.

La función del arte de la época consistía en alabar a Dios y mostrar la alegoría religiosa. Pero Jan van Eyck, uno de los primeros maestros de la pintura flamenca, trajo una nueva perspectiva que influiría en la tradición. Su Adoración del Cordero Místico, creada con su hermano Hubert para la Catedral de San Bravo en Gante, incorporó un paisaje realista en su tema bíblico.

Los primitivos flamencos trataban de reflejar la realidad para retratar a las personas y la naturaleza tal como aparecen al ojo humano, con el más mínimo detalle, sin distorsiones ni adornos clásicos. Estos artistas trabajaban meticulosamente durante meses y años a menudo con un solo pincel, especialmente preparado para lograr grandes calidades y detalles.

La Caida de los Ángeles Rebeldes de Pieter Brueghel el Viejo

Los mejores artistas flamencos del siglo XVI vivieron y trabajaron durante muchos años en Amberes. De 1520 a 1580 la ciudad fue uno de los puertos más activos del mundo, y logró eclipsar a Brujas como centro del arte. Muchos de los artistas que trabajaron aquí eran visitados por los que luego más tarde serían los grandes maestros del renacimiento italiano.

Pieter Brueghel el Viejo, que había estudiado en Italia, integró precisamente el renacimiento con el arte tradicional de su país natal. A menudo pintó la vida rural y campesina, y sus cuadros pueden verse especialmente en el Museo de la Ville de Bruselas. Brueghel pintó unos 50 óleos, además de otros 250 dibujos y grabados, y se le considera uno de los más grandes artistas del siglo XVI. Sus obras están llenas de alusiones y referencias alegóricas a la política y la cultura de la época.

Gran parte del simbolismo de Brueghel nos resulta hoy en día oscuro, pero resulta evidente que en aquella época se vería con mayor claridad. Todo ello por verse altamente influenciado por el Bosco, dato que podemos ver en el cuadro de La Caída de los Ángeles Rebeldes, en el Museo de Bellas Artes de Bruselas.

En 1563 Brueghel se trasladó a Bruselas, donde vivió en la rue Haute 132. Aquí nacieron sus otros dos hijos, también artistas. Pieter Brueghel el Joven se hizo famoso al copiar las pinturas decorativas de su padre.

La Entrada de Cristo en Bruselas, de James Ensor

Peter Paul Rubens fue el pintor barroco más influyente del siglo XVII. El drama en sus obras, como La Elevación de la Cruz, en la Catedral de Amberes, proviene del movimiento que imprime a sus lienzos. Sus trabajos femeninos dieron lugar a la expresión Rubenesque, que describe a las voluptuosas mujeres que aparecen en sus obras.

Uno de los importantes talentos que surgió de los estudios de Rubens fue el retratista Antonio van Dyck, quien trabajó como pintor en la corte de Carlos I de Inglaterra, aunque algunos de sus mejores trabajos religiosos se encuentran en Bélgica. Podéis visitar la Lamentación en el Museo voor Schone Kunsten de Amberes, o la Crucifixión en la Catedral de Malinas.

La influencia del arte belga en el mundo en modo alguno se limita sólo a los viejos maestros. James Ensor fue uno de los pioneros del arte modernos a finales del siglo XIX. Una de sus obras más famosas es la Entrada de Cristo en Bruselas. Ensor desarrolló una técnica ampliamente expresionista, liberando al color de las exigencias del realismo. Se tomaba las imágenes como fantásticas visiones.

El surrealismo floreció en Bélgica, quizás por el gusto de los primeros flamencos por lo extraño y lo grotesco. Paul Delvaux fue uno de ellos, aunque el más conocido fue sin duda René Magritte. Se trataba de un hombre pulcramente vestido, con su chaqueta, corbata y bombín. Esta imagen se convirtió en una de las más famosas del movimiento surrealista.

Muchas de estas obras modernas se pueden ver en el Museo de Bellas Artes de Bruselas y en el Museo Voor Schone Kunsten de Amberes. Los museos de bellas artes de Gante, Tournai y Lieja, así como los museos de arte moderno de Amberes y Ostende, son también lugares donde poder contemplar el arte belga de los siglos XIX y XX.

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