Kortrijk y la Batalla de las Espuelas de Oro
La Batalla de las Espuelas de Oro se libró el 11 de julio de 1302, cerca de la ciudad de Kortrijk, entre las ciudades rebeldes de Flandes, encabezadas por Brujas, y un ejército enviado por Felipe IV de Francia que se encontraba en Flandes desde 1301. Los franceses fueron totalmente derrotados. Las espuelas tomadas de los caídos soldados franceses formaron un trofeo tan célebre que dieron nombre a esta singular batalla. La victoria de las huestes flamencas, a pesar de su falta de estrategia militar, puso fin al persistente mito de la invulnerabilidad del ejército francés.
Los franceses dieron rápidamente una explicación a la tremenda derrota, con el fin de salvar el honor y el orgullo francés en Flandes. La victoria fue glorificada como una justa recompensa por la valentía del ejército flamenco y la competencia de sus comandantes. Desafortunadamente no hubo testigos imparciales. Cualquiera que pueda leer algo sobre la batalla, debe tener en cuenta la nacionalidad del cronista, así como sus simpatías personales. Cada uno lo cuenta a su manera.
La batalla de 1302 entre los caballeros franceses y los rebeldes de Flandes fue la cúspide militar de la rebelión contra los intentos de los reyes franceses de anexionarse Flandes. En primer lugar, el rey Felipe IV de Francia nombró en 1300 a Jacques de Chatillon como gobernador de la provincia. El conde de Flandes, Gewijde van Dampierre y sus dos hijos, habían sido hechos prisioneros por los franceses.
Además, las enormes deudas financieras del condado de Flandes con Francia, así como la división de la población entre los afrancesados y los rebeldes, crearon una gran cantidad de disturbios, sobre todo entre los artesanos de las ciudades. Algunos patricios, sin embargo, se beneficiaron de la situación, y Gante, uno de los mayores poderes industriales de Flandes, ni siquiera respondió a la llamada de la rebelión contra Francia. Esto demuestra que el levantamiento no puede ser visto como una manifestación de los sentimientos nacionalistas flamencos, compartida por todo el Condado de Flandes.
El origen del levantamiento se produjo el 18 de mayo de 1302, cuando los ciudadanos de Brujas, exiliados por la ocupación de las tropas francesas, regresaron a su ciudad asesinando a la guarnición francesa. El rey francés montó en cólera. Mandó un ejército hacia Kortrijk bajo el mando de Roberto II de Artesia. Los flamencos, al mando de Willem van Gullik, nieto del conde Gwijde, se unieron con las tropas de Gwijde van Namen.
Ambos ejércitos contaban con unos diez mil soldados. El ejército francés consistía principalmente de una fuerte caballería blindada, mientras que los flamencos ofrecían una infantería en la que primaban comerciantes y artesanos, antes que soldados. El 9 y el 10 de julio los franceses intentaron tomar la ciudad de Kortrijk, pero todo fue en vano. La batalla en campo abierto se convirtió en inevitable.
Durante la batalla, los flamencos optaron por posiciones estratégicas, entre los arroyos y páramos en una llanura abierta, denominada Groeningheveld, por lo que resultaba difícil la entrada para la caballería francesa. Obstaculizados por el terreno pantanoso, los caballeros franceses se mantuvieron atentos a su infantería. Las armas pesadas de los flamencos completaron el trabajo. Al final de la batalla, el ejército francés tuvo que huir en todas direcciones, en ocasiones perseguidos por los flamencos.
La mayoría de los franceses prisioneros murieron, simplemente porque los flamencos no conocían la costumbre caballeresca de pedir dinero por el rescate de los cautivos. Entre los numerosos trofeos de la batalla estaban las espuelas de oro de los soldados franceses. Estas espuelas se colgaron en señal de triunfo en la Iglesia de Nuestra Señora de Kortrijk.
La política cambió radicalmente tras la batalla. El holandés se convirtió en la lengua oficial de Flandes, y sigue siéndolo hasta el día de hoy. Por otro lado, una nueva era aterrizó en la guerra: la importancia de la estrategia militar y la eficacia de la infantería habían quedado muy claras.
En el siglo XIX, la conmemoración de la Batalla de las Espuelas de Oro se convirtió en un símbolo de la lucha por el reconocimiento del flamenco en su lucha contra el invasor francés, sobre todo a raíz de la independencia belga en 1830. Además, en 1973, el 11 de julio fue declarado oficialmente día de celebración entre los flamencos.