Gigantes y dragones procesionales, un patrimonio compartido

batalla de Lumeçon en Mons

La escenificación de la batalla de San Jorge con el Dragón luce espectacular en Mons. Transformada en una de las tradiciones más queridas y conocidas de esta ciudad valona, en mayo, miles de personas se concentran en torno a la Colegiata de Saint Wudru, y las calles aledañas que llevan hasta la Grand Place no solo para venerar los restos de uno de sus personajes históricos más queridos, la Santa Gertrudis (Saint Wudru), que recorren Mons en su Carro de Oro, sino para enfrentarse en una batalla mitólogica contra el mal, representado por un enorme dragón, en ayuda a San Jorge en el histórico combate de Lumeçon. Es una semana de fiestas, celebraciones y muchas tradiciones, entre las que incluso se celebra, para deleite de los más jóvenes, una «pequeña Lumeçon».

Estas escenificaciones teatrales en las que los humanos o santos luchaban como héroes contra dragones, representaciones del mal demoníaco, son tradiciones que se vienen celebrando desde la Edad Media a lo largo y ancho de toda Bélgica e incluso parte de Francia. Tanto es así que algunas de esas efigies lucen en los escudos de las ciudades donde se celebran.

Resulta impresionante ver algunas de las figuras que salen en estas particulares procesiones. Sus proporciones alcanzan en ocasiones los nueve metros de altura y su peso es tal que requieren de una enorme pericia para moverlas por las calles.

Diferentes mitos y leyendas

No siempre se representan dragones, pues son diferentes las leyendas míticas que se han trasladado de boca en boca a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en Ath, una vieja tradición que data del año 1399 marca el enfrentamiento bíblico entre David y Goliat allá por el mes de agosto en el transcurso de la fiesta del Ducasse. También Bruselas cuenta con una fiesta similar, la del Ommegang, en la que hasta San Miguel, San Sebastián, San Cristóbal, San Jorge y San Gerardo se dan la mano, alzando sus banderas patronales multicolores para enfrentarse a los malignos gigantes, o incluso en Malinas, o en Dendermonde donde se representa la leyenda del caballo mágico, propiedad del señor de la ciudad, que hubo de ser cedido a Carlomagno. Por su parte, Francia cuenta con ciudades que, de modo similar, celebran historias bien llamativas como en Cassel, muy cerca de la frontera belga.

Ommegang de Bruselas

Ommegang en Bruselas – foto de Emilie Bertrand

Todas ellas cuentan, como si de populares bardos se tratase, como juglares que recorren sus calles, las bellas historias de héroes que de pequeños las madres contaban a sus hijos allá en tiempos medievales. Hoy, crecidos durante siglos bajo el manto de esos cuentos que tanto nos gustaban, las fiestas se convierten en algo muy personal; recuerdos escenificados de aquellas historias para dormir en los que uno mismo, como caballero andante, puede incluso participar.

Patrimonio de la Humanidad

La Unesco decidió en el año 2008 (aunque su proclamación original se había producido tres años antes) incluir estas fiestas de «Gigantes y Dragones procesionales» como patrimonio inmaterial de la Humanidad tanto de Bélgica como de Francia, pasando a estar así amparados por la protección que este tipo de bienes culturales precisan. Y aunque la tradición en sí no peligra, sí que sufre de los particulares avatares que se derivan de la lógica transformación de las ciudades que los amparan en sus recorridos.

Estos periodos vacacionales, en Mons, en Ath, en Bruselas, en Malinas o en Dendermonde, son momentos ideales para visitar estas ciudades y descubrirlas de otro modo, viéndolas como las vería un belga nacido en estas tierras: con el orgullo de su propia historia y con el espíritu de la añoranza y los recuerdos.

Podéis ver un vídeo de estas tradiciones a continuación:

Para conocer otros patrimonios belgas:

Foto principal de Daniel71953

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